Recientemente miraba la serie Historia Taiwanesa de Dos Ciudades en Netflix y en uno de los capítulos me quedé maravillado al ver una representación de La Última Cena de Leonardo da Vinci reconvertida al estilo chino.
Bueno, de pronto para muchos en occidente sea de sorpresa, pero, a decir verdad, no para aquellos que nos interesamos por conocer la sociedad de Taiwán, la que en un 95 por ciento es sincretista a la hora de identificarse con una religión.
De hecho, representar elementos propios del cristianismo -del catolicismo propiamente- con tradicionalismo chino, es un ejemplo perfecto de sincretismo.
Es decir, tratar de combinar dos religiones para encontrar elementos con los que sentirse y actuar de la mejor manera posible en la vida.
Propiamente en mayoría taoísta/budista (se estiman más de 6 mil templos en toda la isla), Taiwán también puede llegar a ser politeísta, lo que permite con tranquilidad la apertura en pleno del cristianismo.
Claro, en una democracia tan avanzada como la taiwanesa, no se puede esperar menos.
Bajo ese contexto, la Iglesia de la Santísima Trinidad en Yanshui, Tainan (fundada en 1986) ha llamado la atención particular del mundo por combinar representaciones cristianas y católicas al estilo chino.
Entre ellos, La Última Cena, la pintura de Da Vinci, decoración artística occidental, pero muy arraigada al cristianismo al estar inspirada justamente en la última comida de Jesús antes de La Pasión.
De hecho, toda la iglesia es muy sincretista. El techo de la nave principal está sostenido por pilares rojos, como si fuera un templo taoísta, y en las esquinas del tejado, feroces dragones que protegen la estructura comparten el espacio con cruces y otros elementos cristianos.
La unión de elementos propios de dos credos y dos culturas está presente en todo el templo, pero es más evidente en las decoraciones del sagrario y el incensario colocado en el altar principal.

La iglesia, que además tiene representaciones de Dios y de ángeles con rostros chinos, busca de esta forman llamar la atención del tradicionalismo chino-taiwanés, dado que, a simple vista la fachada de la misma no tiene ninguna diferencia arquitectónica entre un templo taoísta o budista.
La Última Cena y otras representaciones
En esta representación taiwanesa, en la mesa del cuadro no hay panes sino bollos al vapor (una comida muy tradicional oriental) y en la mesa también velas rojas (color que identifica a los chinos). Frente a él, se quema incienso, que es parte de los tributos chinos a las deidades y figuras de respeto, incluso para familiares o antepasados.
Pero, a decir verdad, esta versión de Taiwán no es la única en el mundo que se ha salido del pincel de Da Vinci. En la china continental una pintura al óleo de la misma obra hecha por el artista chino Zeng Fanzhi se vendió por 23.3 millones de dólares en una subasta en Hong Kong en 2013.
La Última Cena, estilo africano. La Última Cena estilo chino, Taiwán. La Última Cena China, estilo comunista.
En la pintura de Zeng, las figuras religiosas son reemplazadas por jóvenes comunistas con corbatas rojas. La figura que reemplaza a Judas viste una corbata occidental amarilla, lo que simboliza el movimiento de China hacia el capitalismo, según Evelyn Lin, jefa de arte contemporáneo asiático de Sotheby’s.
También se han pintado otras versiones artísticas en estilo africano e incluso rastafari; pero la cultura popular también con artistas, futbolistas, cantantes, políticos e incluso, con animales.
En ese sentido, volviendo a Taiwán, más que el cuadro La Última Cena pintado al estilo chino, debemos destacar la libertad de culto que ofrece este país en Asia, un continente donde las naciones suelen ser extremistas cuando de religión se trata.
La mayoría de las personas en Taiwán, alrededor del 70 por ciento, son taoístas o budistas (más de la mitad de ellos sincretistas). Los cristianos son alrededor del 6 por ciento. Los católicos son 300,000, según Datos Macro.

Durante mi estancia en Taiwán solía visitar templos para conocer la cultura. Hay templos grandes como el Templo Mengjia Longshan en Taipéi y otros pequeños en varios barrios, esquina y hasta techos de casas, los que suelen llamarse «templo del dios de la ciudad».

En ellos, se le rinde mucho culto a Matsu, quien según la tradición china, ampara y protege a pescadores y marineros.
Además, tengo el Nuevo Testamento del cristianismo en caracteres chinos y otros libros budistas. Nadie me juzgó por ello.