En febrero de 2019, me decidí a emprender. Me instalé como un proveedor de servicios para redes sociales, administración, gestión y creación de contenidos digitales. Así nació Cool Bear Media.
Involucré a mi esposa y en menos que nada comenzamos a manejar cuatro clientes: un equipo de baloncesto, una constructora inmobiliaria, una nutricionista clínica y una repostería gourtmet, contaré esa cuatro, tuve otras dos pero como nunca me pagaron, no les daré ni mal-crédito.
Los ingresos por los trabajos con estas, permitieron que Cool Bear Media se fuera forjando y consolidando, hasta que llegó el covid-19.
Entonces el mundo se detuvo.
Y se detuvo literalemente.
Entonces se rompió la economía y las cajas registradoras dejaron de sonar para los emprendedores.
Y comenzó el acaparamiento, la inflación, la desaceleración económica y la devaluación. Se acabó el circulante efectivo -unos 11 mil 500 millones de lempiras semanales, aproximdamente- y todo se volvió oscuro.
La repostería dejó de vender pan, la constructura de levantar oficinas, el equipo de baloncesto no pudo jugar más y la nutricionista no dio más clínicas.
Obviamente, uno a uno me fueron cancelando los contratos.
Nos encerraron -no estoy en contra del aislamiento- el 16 de marzo, para el 1 de abril perdí mis cuatro clientes. Y los entiendo.
¿Se imagina cómo la está pasando el zapatero, el vendedor ambulante, la señora de las tortillas, el obrero, la gente que vive del día a día?
El covid-19 no solo es una enfermedad que afecta la salud, sino también la economía. Miles de personas en el mundo han perdido sus empleos, ingresos y progresos.
Obviamente nos tendremos que reponer cuando todo pase -bueno, ojalá pase- y solo te quiero pedir un favor. Cuando pase, no te olvides del emprendedor, cómprale, no le regatees, no subestimes su esfuerzo.
En Cool Bear Media, igual, le podemos ayudar en solidaridad. Nos podemos entender y llegar a acuerdos. Después de todo, no nos quedará otra más que ayudarnos.